07 marzo 2005

CAPITULO 8: DE MIS POSESIONES 2ª PARTE

CAPITULO 8: DE MIS POSESIONES 2ª PARTE
La casa es bastante acogedora, sobre todo porque como cada uno de sus ocupantes hace su propia vida sin reparar demasiado en lo que hacen los demás yo podía hacer lo propio y campar por mis respetos.

Una de mis primeras ocupaciones fue aleccionar al can para guiarlo por el camino recto, así me entretenía en tenderle emboscadas desde los puntos altos de la casa, los sillones, la mecedora y en general desde cualquier punto por encima de su línea de visión. Le daba capones al pan sin sal del perro o le saltaba desde encima para así perseguirlo un rato, lo malo es que él no colaboraba demasiado.

En cuanto me localizaba me miraba con cara de infinito hastío y volviéndome la cara me ignoraba como si el esfuerzo de perseguirme no mereciera la pena.

Por otra parte, cuando madure un poco y al faltarme lo eche de menos me di cuenta de cuanta razón tenía, en aquel momento y durante bastante tiempo después yo cabía entero en su boca, si no se me merendó fue por que debió achacar mis travesuras a mi edad y porque yo con mi tamaño y magras carnes tampoco resultaba un bocado demasiado interesante.

Pasaba pues el rato haciendo el mal por doquier, entre perseguir al perro por la casa, colgarme de los vuelos de la falda de la hembra de la casa cuando se me ponían a tiro y distrayendo cuanto podía de la comida que había en la encimera, con especial predilección por la carne roja y las sardianas cuando las había se me iban los días.

Llegue a desarrollar un verdadero arte en la sustracción de aquellas viandas y pocas veces me pillaron pues me esmeraba en dejar los envoltorios tal como estaban previamente y así aun las pocas veces que me descubrieron con las patas en la masa poco me dijeron pues les hizo más gracia que daño.

Debido a mi campaña de insurgencia casera, a mis continuadas racias en la cocina, a mi esmerado gesto de malo y a mi color negro carbón (Salvo cuando me revolcaba en las piedras, momento en el que me camuflaba de gris monegros), me bautizaron como Vader en honor al malo malísimo de la Guerra de las Galaxias.

Yo, por hacerle aprecio al nombre continué con mi campaña de maldad y debido a un par de momentos en los que me pase de la raya y como me dedicaba a cantarle a la luna, he de decir que con bastante poco arte, me condenaron en preventiva a dormir encerrado en un cuarto de baño.

Pronto gané también mi libertad, pues acto seguido me dedique a usar el papel higiénico como rascador y blanco de mis iras y a empirizar sobre la ley de la gravedad con los objetos decorativos del baño. Así que al poco tiempo volví a mis posesiones en la cama de mi amanuense.

Él tampoco pareció excesivamente contento de volver a tenerme a su lado pues si bien por la noche me recibía con mucho cariño, cuando se levantaba el primero de la casa es decir su padre a eso de las siete de la mañana y yo lo despertaba para salir a reanudar mis actos de kale borroka hogareña él me decía de todo menos bonito y Zar me miraba con malos humos.

He de decir que eso tampoco me arredró y yo seguí a lo mió. En todo armarla y ser vil.