05 enero 2005

CAPITULO 7: DE QUE LA VIRGEN SE APARECE TODOS LOS DÍAS

CAPITULO 7: DE QUE LA VIRGEN SE APARECE TODOS LOS DÍAS

No voy a entrar en demasiados detalles, solo decir que finalmente no pude cumplir mi venganza con el gato capón.

Al caer la noche, llegó el padre de mi humana y tras una sesión de gruñidos entre ellos, y pese que ensaye todas las monerías que conocía y algunas más que invente al efecto acabe en la calle otra vez. Comenzaba a acomplejarme.

Con lo rápido que se acostumbra uno a lo bueno. En fin al menos he de decir que no mucho tiempo después, en justo castigo y sin que yo mediara, el padre de mi humana acabó también en la calle. Ira divina.

Así pues entre lagrimas de Beatriz y la mirada socarrona del maldito siamés me bajaron otra vez al garaje donde me acomode lo mejor que pude bajo mi coche habitual.

Pero decía que la virgen se aparece todos los días y yo estaba donde se aparece. Al par de días me recogieron los humanos propietarios del coche vecino y me subieron a su casa.

Estos humanos, son, estoy seguro, decididamente de una raza superior a los otros por su evidente mayor tamaño. Uno de ellos era uno de esos despistados que no me veían nunca, anciano, calvete y con gafas y el otro muy alto, muy delgado y muy calvo.

La casa pintaba mejor pues no había competencia. Digo que no había competencia porque la elimine al primer vistazo. Había un perro blanco de la variedad que llaman Cocker, no demasiado espabilado, que tal como me vio se lanzo a olisquearme.

Yo ya estaba aprendido y erguí mis quince centímetros de largo erice pelo orejas y rabo y le bufé a aquel pan sin sal que reculo espantado.

A partir de entonces supo quien mandaba en esa casa y convivimos en perfecta armonia.

El segundo hito importante del día fue mi mejor hallazgo, mi esclavo y amanuense del que ya os contaré más en detalle.
Ahora que si que había resuelto mi vida, hogar y esclavos para el lindo gatito. Me enrosque y a dormir, que ya había trabajado suficiente