16 noviembre 2005

CAPITULO 10: La crueldad de la vida.

Efectivamente aquello era una gata y olía francamente bien, olía muy bien así que al principio con timidez y después con franca curiosidad pero sin dejar de engarfiar bien las uñas por el cuerpo de mi amanuense, que para eso me había hecho sufrir, baje su metro noventa hasta el suelo y en una veloz carrera me lancé sobre Misha, que así se llamaba, con la sana intención de investigarla bien.

Tan bien que a lo que mi nariz llegó a su pecho me tiro un bufido estentóreo y destemplado que me convenció de que quizá, en próximas ocasiones, sería mejor utilizar la diplomacia y mandar a otro para que pagase los platos rotos. No sé porqué, pensé en Zar, es lo que llaman asociación libre de ideas.

Bueno, me hallaba yo parapetado sobre un armario ropero rumiando mi venganza cuando, sea por el calor de Junio sea por el stress o por el arrullo de las voces de mi relator y de una de las esclavas de Misha que resulto ser la amiga del susodicho, me quedé dormido.

Juro que pagará su abandono por el resto de su vida, jamás volverá a girar en la cama, yo estará entre sus piernas, jamás volverá a llegar al amanecer a casa, con mis maullidos le delatare, nunca tendrá un traje limpio, ya me encargaré yo de añadirle pelo, y es que... el muy traidor me abandono allí, sin más.

Bueno por eso y porqué lo eche mucho de menos y no me pienso volver a separar de él.

Decía que me había quedado dormido y...

Continuará... que llevaba 4 meses sin una frase y tantas de golpe me saturan.

06 julio 2005

CAPITULO 9: Oh Ana o la Triste historia de Raimundo Solovera

9 Oh Ana o la Triste historia de Raimundo Solovera

Empezaba a acostumbrarme a mis posesiones y la verdad, a acomodarme, la vida me sonreía y yo le metía mano (Todo muy casto, que andaba por mi primer año y apenas conocía la vida.) O al menos no conocía esa parte que le da tanto interés, las gatas.

Entraba otra vez el verano y la cama comunal se hacía un poco incomoda y los gritos de mi amanuense, cuando le despertaba por las mañanas con mal disimulados mimos, eran cada vez más estentóreos.

En fin, había que ponerle un poco de salsa a su vida, que cada vez olía a menos mujeres y se le veía un poco decaído.

Decía pues que todo iba bastante bien en mi tira y afloja por un lugar de dominio en mi nueva casa cuando una tarde entre mi amanuense y su hermano me enjaularon en una caja de plástico con rejillas a modo de cárcel turca y me sacaron de casa.

Desde que vivía en mi casa todo lo más que yo había salido era hasta los pisos de arriba y abajo con veloces incursiones en casa de la vecina para molestar al gato Simón, del que otro día les hablaré. Llegados a este punto, y enjaulado como primico en Alcalá me arranque por bulerías nada más ver el garaje.

No podía ser, yo no había sido tan malo y me negaba a ser desterrado otra vez al dichoso garaje y por ende a la vida de miseria que es la libertad, !!!vivan las caenas¡¡¡.

Me encomendé al díos de los gatos, a la virgen de los remedios prometí ser bueno, meterme cartujo, lo que fuera y a una lista tan larga como la de Almodóvar con tal de no volver a ser libre, que no me veía con fuerzas de volverme a ganar las habichuelas yo solo. De poco me sirvió, me metieron en el coche y arrancaron mientras yo seguía desgranando mis penas ahora por soleares.

No tuvieron compasión y a la media hora llegamos a otra casa donde me subió mi amanuense. Me abrió la puerta de mi prisión y yo dude entre quedarme en el transportin que aunque prisión había demostrado ser bastante segura o asomar la cabeza lo que finalmente hice para subirme hasta su hombro de metro noventa y agarrarme a su espalda como si en ella hubiese agujeros donde engarfiar mis uñitas... finalmente los hubo pues me negué por activa pasiva y por la Ley Orgánica de Libertad Sindical a desprenderme de allí si no era en presencia de mi abogado y ni por esas.

Había allí otro gato lo que me dejo algo más tranquilo y de repente... Caray era una gata.

Afloje un poco mi presa.

Continuara....

07 marzo 2005

CAPITULO 8: DE MIS POSESIONES 2ª PARTE

CAPITULO 8: DE MIS POSESIONES 2ª PARTE
La casa es bastante acogedora, sobre todo porque como cada uno de sus ocupantes hace su propia vida sin reparar demasiado en lo que hacen los demás yo podía hacer lo propio y campar por mis respetos.

Una de mis primeras ocupaciones fue aleccionar al can para guiarlo por el camino recto, así me entretenía en tenderle emboscadas desde los puntos altos de la casa, los sillones, la mecedora y en general desde cualquier punto por encima de su línea de visión. Le daba capones al pan sin sal del perro o le saltaba desde encima para así perseguirlo un rato, lo malo es que él no colaboraba demasiado.

En cuanto me localizaba me miraba con cara de infinito hastío y volviéndome la cara me ignoraba como si el esfuerzo de perseguirme no mereciera la pena.

Por otra parte, cuando madure un poco y al faltarme lo eche de menos me di cuenta de cuanta razón tenía, en aquel momento y durante bastante tiempo después yo cabía entero en su boca, si no se me merendó fue por que debió achacar mis travesuras a mi edad y porque yo con mi tamaño y magras carnes tampoco resultaba un bocado demasiado interesante.

Pasaba pues el rato haciendo el mal por doquier, entre perseguir al perro por la casa, colgarme de los vuelos de la falda de la hembra de la casa cuando se me ponían a tiro y distrayendo cuanto podía de la comida que había en la encimera, con especial predilección por la carne roja y las sardianas cuando las había se me iban los días.

Llegue a desarrollar un verdadero arte en la sustracción de aquellas viandas y pocas veces me pillaron pues me esmeraba en dejar los envoltorios tal como estaban previamente y así aun las pocas veces que me descubrieron con las patas en la masa poco me dijeron pues les hizo más gracia que daño.

Debido a mi campaña de insurgencia casera, a mis continuadas racias en la cocina, a mi esmerado gesto de malo y a mi color negro carbón (Salvo cuando me revolcaba en las piedras, momento en el que me camuflaba de gris monegros), me bautizaron como Vader en honor al malo malísimo de la Guerra de las Galaxias.

Yo, por hacerle aprecio al nombre continué con mi campaña de maldad y debido a un par de momentos en los que me pase de la raya y como me dedicaba a cantarle a la luna, he de decir que con bastante poco arte, me condenaron en preventiva a dormir encerrado en un cuarto de baño.

Pronto gané también mi libertad, pues acto seguido me dedique a usar el papel higiénico como rascador y blanco de mis iras y a empirizar sobre la ley de la gravedad con los objetos decorativos del baño. Así que al poco tiempo volví a mis posesiones en la cama de mi amanuense.

Él tampoco pareció excesivamente contento de volver a tenerme a su lado pues si bien por la noche me recibía con mucho cariño, cuando se levantaba el primero de la casa es decir su padre a eso de las siete de la mañana y yo lo despertaba para salir a reanudar mis actos de kale borroka hogareña él me decía de todo menos bonito y Zar me miraba con malos humos.

He de decir que eso tampoco me arredró y yo seguí a lo mió. En todo armarla y ser vil.

04 febrero 2005

CAPITULO 8: DE MIS POSESIONES 1ª PARTE

CAPITULO 8: DE MIS POSESIONES 1ª PARTE

Mi amanuense y esclavo, es grande, bastante grande, pasa el metro noventa y va de los ochenta y cinco a los noventa kilos según temporadas. Fue mi mejor hallazgo, porque cuando llegó la hembra de la casa, a la sazón su madre, él fue quien me defendió y quien impidió que me devolvieran al garaje.

Lo de su madre tiene su guasa, porque como contaré más adelante fue ella misma la que años después trajo otro gato a casa, bendita incoherencia. De todos modos tiene su explicación y es que cuando ella era joven tuvo problemas en las concepciones debido a una congénere mía que le transmitió la tosoplasmosis.

En fin, a lo que iba, que me defendió y me quedé, en la que ahora es mi casa. Con el mi en todo su sentido posesivo de continente y contenido pues todos ellos están a mi servicio.

Mi esclavo andaba por aquel entonces algo amoscado y bajo de ánimos pues por fin había acabado del todo su historia con aquella matemática de la que si tengo tiempo y ganas les hablaré algún día y que le había sentado tan mal. Así que me mimo especialmente y de todo lo que entonces me consintió hice yo derecho y fuero que nadie ha podido arrancarme.

Tampoco paraba mucho por casa y cuando lo hacía era entre papeles, pues entonces estudiaba, poco, daba clases a otros, bastante, y trabajaba de objeto decorativo en ferias congresos y demás actos de mucho aparentar y de poca sustancia real.

Por tanto poco lo vi cuando acabo el verano de mi toma de posesión y cuando lo tenía a mano era para comer y dormir lo cual por otra parte si hacíamos juntos. El comer yo sobre su hombro, más por curiosidad sobre lo que en la mesa había que por apetito, que siempre me gusto más mi comida y el dormir arrebujado en el hueco que creé entre sus piernas. He de decir que con cierta resistencia por su parte pues al principio tendía a moverse bastante y tuve que educarlo. Además el pan sin sal del perro domestico pugnaba por mi sitio también y os podéis figurar el cuadro que hacíamos los tres en una cama de ochenta por uno ochenta y cinco, tierno como imagen pero de poca comodidad.

Zar, que así se llamaba el perro, ya no andaba demasiado bien de salud, pues era mayor, pero aún se conservaba y tenía la fuerza de un caballo de tiro, así que a lo somardón pues desde el principio, lo aleccione bien y no me sostenía la mirada, ocupaba su sitio y la cama quedaba tan compuesta como el camarote de los Marx y dos huevos duros.

Pero al cabo mi amanuense nos soportaba a ambos con resignación cristiana y mucho cariño y lo que en verano resultaba un poco incomodo en invierno con los primeros fríos se hizo bastante más acogedor.

Convivíamos en perfecta armonía y poco a poco fui seleccionando mis posesiones, sobre la mesa de estudio junto a la ventana las primeras horas de luz, la mecedora a media mañana y primeras horas de la tarde, el sillón a la noche y la cama para dormir.

Amén de la encimera mientras se cocinaba y reclamaba mi parte, derecho y fuero y el mueble castellano como mejor punto para la observación de lo que en toda la casa ocurría, que siempre he sido de natural cotilla.

05 enero 2005

CAPITULO 7: DE QUE LA VIRGEN SE APARECE TODOS LOS DÍAS

CAPITULO 7: DE QUE LA VIRGEN SE APARECE TODOS LOS DÍAS

No voy a entrar en demasiados detalles, solo decir que finalmente no pude cumplir mi venganza con el gato capón.

Al caer la noche, llegó el padre de mi humana y tras una sesión de gruñidos entre ellos, y pese que ensaye todas las monerías que conocía y algunas más que invente al efecto acabe en la calle otra vez. Comenzaba a acomplejarme.

Con lo rápido que se acostumbra uno a lo bueno. En fin al menos he de decir que no mucho tiempo después, en justo castigo y sin que yo mediara, el padre de mi humana acabó también en la calle. Ira divina.

Así pues entre lagrimas de Beatriz y la mirada socarrona del maldito siamés me bajaron otra vez al garaje donde me acomode lo mejor que pude bajo mi coche habitual.

Pero decía que la virgen se aparece todos los días y yo estaba donde se aparece. Al par de días me recogieron los humanos propietarios del coche vecino y me subieron a su casa.

Estos humanos, son, estoy seguro, decididamente de una raza superior a los otros por su evidente mayor tamaño. Uno de ellos era uno de esos despistados que no me veían nunca, anciano, calvete y con gafas y el otro muy alto, muy delgado y muy calvo.

La casa pintaba mejor pues no había competencia. Digo que no había competencia porque la elimine al primer vistazo. Había un perro blanco de la variedad que llaman Cocker, no demasiado espabilado, que tal como me vio se lanzo a olisquearme.

Yo ya estaba aprendido y erguí mis quince centímetros de largo erice pelo orejas y rabo y le bufé a aquel pan sin sal que reculo espantado.

A partir de entonces supo quien mandaba en esa casa y convivimos en perfecta armonia.

El segundo hito importante del día fue mi mejor hallazgo, mi esclavo y amanuense del que ya os contaré más en detalle.
Ahora que si que había resuelto mi vida, hogar y esclavos para el lindo gatito. Me enrosque y a dormir, que ya había trabajado suficiente